domingo, 15 de mayo de 2022

 

El antiguo callejón del Humo
 

El antiguo callejón del Humo, que hoy lleva el nombre de calle de Mina. El cambio de nombre obedeció para honrar y perpetuar la memoria de uno de los precursores de la Independencia de nuestro país. Javier Martín Mina Larrea, apodado Mina, el mozo y conocido como Francisco Javier Mina. Dato curioso, es la segunda calle de la ciudad que lleva el nombre de un español, la otra es Castelar.

 

El origen del antiguo nombre “Del humo”, proviene según relatos de algunos descendientes de las viejas familias de tlaxcaltecas que construyeron sus viviendas por dicho callejón. Según se cuenta, se imponían nombres a calles y callejones por las actividades que ahí se desarrollaban y así diferenciarlas de otras del antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

 

En el tramo comprendido entre la calle de Pípila, que antes llevo el nombre del Sabino, hasta el callejón de Jimenez, existieron dos lugares destinados a la matanza de ganado menor. Durante casi todo el día y buena parte de la noche se apreciaban desde cualquier punto de la ciudad, grandes columnas de humo, debido a las hogueras, donde se preparaban en grandes casos las mancuernas de chicharrón, que eran formadas con los costillares del animal recién sacrificado. Por cierto, este autóctono manjar ya desaparecido fue muy apreciado por los antiguos tlaxcaltecas. Por ello las personas que transitaban por el lugar, lo bautizaron con el nombre de callejón del Humo.

 

Años antes del siglo veinte, el barrio se caracterizó por utilizar los lotes baldíos como basureros, se solían tirar las vísceras de los animales sacrificados, en aquellos tiempos no había quien comprara los adentros de los animales. En tiempos más difíciles las menudencias se empezaron a consumir masivamente, el famoso menudo y otros platillos conquistaron los paladares de todas las clases sociales.  Por años los vecinos vertieron toneladas de desperdicios, los cuales ayudaron en cierta forma a nivelar y levantar sus casas de adobe.

 

Por esta calle existieron dos grandes huertas de árboles frutales, propiedad de doña Angelica Narro. Un una de las fincas contaba con una pila de abundante agua, donde los vecinos acudían a bañarse. En la esquina de la calle Pípila y Mina, operó una famosa tienda de abarrotes propiedad de Román García llamada La Sonaja, en esta tienda trabajaron Juan Dávila Dávila, dependiente mayor y los ayudantes Carlos Ignacio y Donato Dávila y Cruz Reyes apodado el Charro. La tienda de singular nombre despareció poco antes del inicio de la Revolución Mexicana.

 

Vecinos del callejón del Humo formaron una agrupación de Matlachines, la cual por años se distinguió por participar en casi todas las festividades religiosas. El grupo de danzantes lo dirigía el sastre Severo Bautista Guerrero, algunos de los integrantes fueron los hermanos Antonio y Francisco Gloria, y el famosísimo zapatero remendón, Antonio Rodríguez apodado “Caifas” nótese sin acento, célebre personaje, animador y alma de los aficionados en la antigua plaza de toros de Guadalupe, durante los años treinta y cuarenta del pasado siglo. 

 

El Caifas, además fue un aguerrido defensor de su barrio, en cierta ocasión se lio a golpes con un parroquiano de otro barrio llamado Amado. La pelea comenzó a pedradas, el agarrón hizo que terminaran casi desnudos, en vista que ninguno de los dos mostraba signos de rendición, los pleitistas agotados terminaron por hacer las paces y sellar la amistad con un abrazo y apretón de manos.           

 

La calle de Mina nace en las alturas de la mesa de Arizpe, junto al arroyo conocido hasta hace algunos años como La Muerte. Se desprende de la prolongación poniente de la calle Félix U. Gómez, abarca cuatro e irregulares cuadras que van de sur a norte hasta topar con el callejón de Jiménez, antiguamente llamado del Perico y antes conocido como el callejón del Padre Pérez, sigue a la derecha luego a la izquierda hasta topar con la calle de Victoria.

 

La calle de Mina aún conserva muchas casas de adobe, sobre todo en la pare sur. Tiene una pendiente muy pronunciada lo que significa un verdadero reto aeróbico recorrerla calle arriba. Por la estrechez de la vía, los vecinos que tienen automóviles los estacionan en ambos lados sobre la banqueta, lo que hace muy difícil e inseguro el tránsito para el peatón.

 

Al recorrer varios metros calle abajo, nos encontramos por la acera izquierda, el callejón de la Ermita, por ahí se puede acceder a la centenaria iglesia de Santa Anita, en lo alto de la loma donde hoy está la ermita existió una enorme cruz, inexplicablemente desapareció poco antes de los años setenta.

 

Mas adelante ahora por el flanco derecho topa el callejón de Manuel Moreno, esta callejuela corre desde la calle Morelos. Al iniciar a pocos metros hay unas escalinatas para acceder a un mirador, donde se puede contemplar una vista del extenso valle de Saltillo.

 

El mismo callejón peatonal cruza el callejón de Miraflores, antes llamado de Los Perros, luego se baja por una rampa, se pasa la calle Unión, donde vuelve la circulación para vehículos y encontrarse con la actual calle Mina.

 

En tiempos de la Intervención francesa, el ejército Galo construyó tres fortines, uno de ellos estuvo asentado en lo que hoy es precisamente el mirador del callejón de Manuel Moreno. A este reducto, según un mapa hecho por los franceses lo denominaron Fortín de Carlota, por la esposa de Maximiliano I de México.

 

Al continuar nuestro recorrido nos encontramos después con la calle de Escobedo, antiguamente llamada del Rebaje, el nombre fue, por haber cortado parte de la loma y así hacerla transitable, como siempre más para vehículos que para transeúntes.

 

 

Desde lo alto la calle recorre la pendiente hasta el corazón de la ciudad 

Callejón del Humo barrio de gente trabajadora, guerrera y religiosa. 

 

domingo, 8 de mayo de 2022

 

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Los desmanes de los Dorados de Villa 

 

En mayo de 1914, tras la estrepitosa derrota de las fuerzas federales por el bando revolucionario, la decisiva batalla tuvo como escenario los llanos cercanos de la estación de Paredón, Coahuila. Los pelones se vieron obligados a evacuar Saltillo, no sin antes por supuesto, arrasar a su paso con saqueos, destrucción, muerte y para cerrar con broche de oro, la quema del edificio del Casino de Saltillo.

 

El responsable de aquellos siniestros y asesinatos de gente pacifica, fue el gobernador huertista de Coahuila, el general José Joaquín Arnulfo Orión Maas Águila, conocido como El Príncipe Heredero, además flamante sobrino del usurpador Victoriano Huerta Márquez, conocido popularmente con el acertado mote de El Chacal. ¡¡Vaya joyas!!

 

Las tropas federales se dieron gusto al saquear varios comercios, entre los cuales se contaron: la tienda de ropa ubicada en la calle de Zaragoza llamada El Puerto de Liverpool, propiedad del francés Feliciano Groues, otra tienda más fue la de Román de León Flores, una talabartería que estuvo ubicada en Zaragoza y Ocampo, el dueño desafortunadamente opuso resistencia, los militares no dudaron en matarlo en el acto. En su salida se detuvieron en otro comercio de abarrotes de la calle de Guerrero y De la Fuente, el saldo; destrucción, estantes vacíos y muertes.

 

Las fuerzas de Francisco Villa entraron a Saltillo casi pisando los talones de los federales. Los villistas ocuparon la plaza sin resistencia. El general Francisco Villa llegó a la ciudad con el Lic. Jesus Acuña, quien traía la consigna de hacerse cargo de la Secretaría de Gobierno y ocupar de manera provisional la silla del Poder Ejecutivo del Estado, entretanto arribara el primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, don Venustiano Carranza, en ese entonces se encontraba en Durango.

 

A sus anchas

 

Los oficiales revolucionarios de alto y medio rango ocuparon las más elegantes residencias de la ciudad, ya que sus dueños habían abandonado la ciudad semanas atrás por la inestabilidad política

Francisco Villa ocupó la casa del empresario textil Francisco Arizpe y Ramos. A un lado de la Catedral, Hidalgo y el callejón de Santos Rojo. Villa utilizó dicha propiedad como cuartel, centro de operaciones y cárcel durante la corta estancia que permaneció en la ciudad. Otra residencia ocupada por los villistas fue la de don Crescencio Rodríguez, ubicada en Hidalgo y el antiguo callejón del Truco, hoy General Ildefonso Vázquez.

 

Otros inmuebles que albergaron a las fuerzas revolucionarias fueron: El edificio del Banco de Coahuila, la magnífica residencia del millonario empresario minero don Gabriel Flores, justamente ese espacio fue convertido en el Museo de la Revolución hace más de diez años.

 

La casa que se encuentra en la parte sur de la hoy Plaza de Armas, en otro tiempo llamado Edificio Juárez, fue habitado por su propietario el señor Eugenio Aguirre y su hija Dolores. Se decía que la mansión estaba repleta de finos muebles estilo francés, valiosos tapetes orientales. Los armarios estaban repletos de finísima ropa y trajes traídos de París y Nueva York, vestimenta de ocasión de la señorita Lolita Aguirre, sin dejar de mencionar varios lotes de brillantes y costosas joyas.

    

Diversión a lo lindo

 

La casa no pasó desapercibida por los jefes y oficiales villistas. Los famosos Dorados, forzaron las cerraduras y se introdujeron en la casona. Noche a noche se divertían como en ningún otro lugar. Las juergas eran constantes, el ruido y escandalo rayaron en lo mayúsculo. En una fresca noche de mayo, organizaron un gran baile, invitaron a toda clase de mujeres de la vida galante. Entre las protagonistas de aquella francachela, estuvieron: la famosa Félix Chacón de obeso cuerpo y toscas facciones, vestida con traje largo, amplio escote, ataviada de collares de perlas, anillos de brillantes y aretes de esmeraldas. De igual manera hizo presencia Abigail Jiménez también de talla extragrande, con traje largo y un amplio escote que dejaba ver sus grandes atributos.

 

La estrella de la noche.

 

Otra simpática morena de ojos negros, la célebre Maria Muro. Aquella noche lució elegantísima, su coqueto rostro lo dejaba entre ver con el vaivén del abanico de plumas de avestruz, sin dejar de mover los brazos para lucir pesada pedrería. Otras mujeres más humildes se ataviaron con atuendos y joyas, toda propiedad de Lolita Aguirre. Los vestidos y joyas terminaron en manos de las muchas damas asistentes, es decir se los robaron.

 

Nunca antes visto en Saltillo

         

Los Dorados en su papel de grandes potentados se divirtieron como nunca.  El baile fue amenizado por una gran orquesta que no paró de tocar hasta la mañana siguiente. Vinos y hasta champagne corrieron en abundancia para todos. Las copas de más empezaron a surtir efecto entre los asistentes. Los gritos hicieron crecer el alboroto, ante tamaño jolgorio varios curiosos se congregaron en la plaza. Los mirones horrorizados, quedaron atónitos y perplejos. Varios soldados junto a sus respectivas damiselas salieron al balcón para hacer gala de una exhibición pública de su desvergüenza y cinismo.  Eche usted a volar su imaginación.

 

Al día siguiente la noticia sobre el baile que se salió de control se extendió por todos los rincones de la ciudad. Los incrédulos y reprobatorios hechos causaron indignación, sobre todo entre muchas mujeres: “Nunca se había visto semejante barbaridad y frente de la Catedral, válgame, Jesucristo”. Sin dejar de hacer velozmente y varias veces la imaginaria cruz al persignarse.

 

Según el periodista Juan de Dios Olivas. “El origen de Los Dorados se desconoce a la fecha su significado. Algunos creen que fue por la insignia dorada que llevaban en el sombrero, otros por las monedas de oro con las que pagaban lo que adquirían y otros más como analogía con el famoso grupo de bandoleros llamado Los Plateados”.

 

La estancia de Los Dorados en Saltillo fue breve, abandonaron la ciudad para trasladarse a Torreón. El recuerdo de aquel baile no duró mucho, la calma regresó al pacífico y conservador Saltillo del año de 1914.

        

         


Casa de don Eugenio Aguirre escenario de una sonada fiesta de proporciones nunca antes vistas en la ciudad.

Los Dorados de Villa 

domingo, 3 de abril de 2022

 

DETALLES DEL INICIO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA REGIÓN, EL SUEÑO DE EMPRESARIOS QUE CAMBIÓ LA VIDA DE MUCHOS

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello


EL SOL Y EL AGUA NACE PARA TODOS. LAS FÁBRICAS TEXTILES

Se ha dicho que Juan Navarro, uno de los primeros pobladores de la ciudad, instaló un molino de trigo en la parte norte de Saltillo; hay quienes afirman que, el molino de Juan Navarro fue el primero del continente americano, otros relatos más verosímiles apuntan que por lo menos, sí pudo haber sido el primero en Norteamérica. A los afluentes que corrían de sur a norte que sirvieron para mover la muela trituradora de granos, se les conoció como Aguas Navarreñas.

 

LA AURORA

Se fundó en los primeros años de la década de 1840. Después de pasar por varios propietarios, el señor Francisco Arizpe y Ramos, le dio un gran impulso, invirtió en nuevas tecnologías y mantuvo una gran producción, en definitiva, fue su mejor época. En 1897 producía en sus telares la cantidad de treinta y seis mil pies de manta, con un valor de noventa mil pesos. Como materia prima, se utilizaba algodón pluma, traído directamente de la región de La Laguna. El agua y vapor constituyeron la principal fuerza motriz para impulsar la maquinaria con poder de ochenta caballos. El consumo anual de leña utilizada era de casi una tonelada con un valor de tres mil doscientos pesos. 

 

LA HIBERNIA

  

En 1827, el Dr. Santiago Hewetson, llegó a Saltillo con la intención de comprar tierras para los colonos irlandeses que pretendían asentarse en la región norte del entonces estado de Coahuila y Texas. Años después desistió de aquellas tareas, se quedó a vivir en Saltillo contrajo matrimonio con Josefa Guajardo. En 1842 echó a funcionar una fábrica textil, a la que llamó La Hibernia, antiguo nombre romano que se la daba a Irlanda, Hewetson era irlandés. La Hibernia contaba con telares traídos desde el Reino Unido. La Hibernia pasó por varios procesos de renovación de maquinaria, estuvo parada por varios años, pasó a manos del señor José Juan Rodríguez, quien después de una fuerte inversión reanudó las labores de producción.

 

LA LIBERTAD

La tercera fábrica se asentó pocos años después del comienzo del siglo veinte. Su propietario fue el señor Clemente Cabello. En varias ocasiones modificó el lugar, al término de las reformas, el resultado fue un hermoso edificio, de igual manera Clemente Cabello invirtió considerables sumas para lograr aumentar la producción de telas. Pablo M. Cuéllar Valdés, en su libro Historia de la ciudad de Saltillo relata que, la fábrica La Libertad cerró en 1910. En 1932 dos inmigrantes catalanes Carlos y Luis Ribé reabrieron las puertas para reiniciar la producción. La vieja tecnología aunado a los constantes problemas laborales, hicieron inoperante la textil, en 1957, su último propietario el señor Emilio J. Talamás, cerró para siempre las puertas de la fábrica. El antiguo edificio que albergó La Libertad es hoy la sede del Seminario Propedéutico de la Diócesis de Saltillo.

 

EL LABRADOR

Estuvo situada en el sur de la ciudad, casi en la esquina que conforman la calle de Urdiñola y el Periférico Luis Echeverría. Esta fábrica se fundó en el año de 1856, al finalizar el siglo XIX, su producción alcanzó un total de más de dieciséis mil piezas de manta, las telas tenían un valor de cuarenta y nueve mil pesos. La potencia hidráulica alcanzaba un poder de veinte caballos de fuerza. A las corrientes del vital líquido, se les conoció como Aguas Arizpeñas. Su propietaria la señora Francisca Arizpe viuda de Barousse, mantuvo una planta laboral compuesta por diecinueve hombres, veinte mujeres e igual número de niños y niñas. Desde siempre como hasta ahora la inequidad estuvo en los salarios, los varones recibían treinta y ocho centavos al día y las mujeres veinticinco centavos, por lo menos los niños recibían dieciocho centavos por igual. En su última etapa el empresario de origen irlandés Guillermo Purcell compró la fábrica de El Labrador.

BELLA UNIÓN

En las afueras de Arteaga, Coahuila, la fábrica textil Davila de Hoyos inició operaciones en 1856. ya para cerrar el siglo XIX producía cerca de 500 mil metros de manta por año, con un valor estimado en cincuenta mil pesos, utilizaba fuerza hidráulica con potencia de sesenta caballos. Trabajaban como operarios cincuenta y nueve hombres con un salario de 30 centavos y cuarenta mujeres con ingresos que iban de los treinta y siete a ochenta centavos diarios. Veintiocho niños recibían pagos que oscilaban entre dieciocho a veinticinco centavos diarios, los infantes recibían su educación primaria, gracias a una escuela instalada en la fábrica.  A inicios del siglo veinte los empresarios Guillermo Purcell, Dámaso Rodríguez y Marcelino Garza se unieron para formar la Compañía Industrial Saltillera.  El nombre del poblado Bella Unión tiene su origen por la unión de estos tres empresarios.

 

LA ESMERALDA

La textil se fundó en 1860, por la señora Francisca Zamora y el señor David Zamora, ricos terratenientes y empresarios de aquella época. La Esmeralda estuvo en la parte sur de lo que hoy es el centro de Ramos Arizpe. En sus primeros años produjo anualmente siete mil piezas de manta, con un valor de veinte mil 160 pesos. A finales del siglo XIX, provenientes del pueblo de Bolton, Inglaterra, lugar mundialmente reconocido por la tecnología y producción textil, el señor Henry Boardman y su esposa Eleonor Taylor, adquirieron la fábrica La Esmeralda. Gracias al expertís de los ingleses, fueron los primeros en producir mezclilla. La textil estuvo en manos de la familia Boardman por más de cuatro décadas. En 1941, por problemas laborales la familia no tuvo más remedio que cerrar.

Último dato curioso.

Un tataranieto del señor Henry Boardman, Antonio Flores Boardman, estuvo recibiendo por años una revista especializada de la industria textil, la publicación, editada en Inglaterra, mes a mes era entregada por el cartero a Flores Boardman, cierto día cuando fungía como alcalde de la ciudad de Ramos Arizpe, recibió una carta por parte de la editorial, la misiva requería la renovación de la suscripción, ya que tenía más de cuarenta años de no recibir el pago, años transcurridos desde el cierre de la textil.

 

 

saltillo1900@gmail.com

 


De Derecha a Izquierda el empresario Henry Boardman junto a dos de sus hijos



                                          La Libertad, al norte de La Aurora, Coahuila

Fábrica El Labrador, al sur de la hoy calle de Urdiñola

 

Fotos  Fondo Fotográfico Sieber D.R.

domingo, 27 de marzo de 2022

 

La calle de los Baños

Modesto paraiso perdido

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Antiguamente fue una de las más hermosas y típicas de nuestra ciudad. Localizada en la parte poniente de la ciudad, esta antigua vía nació a la orilla del Rio de la Presa, debido a la reducción de agua, el cauce terminó con el nombre de Arroyo de la Presa, más tarde Arroyo del Pueblo. De sur a norte, corría una acequia flanqueada por frondosos árboles. A principio del siglo veinte, la calle cambió de nombre a Cuitláhuac, penúltimo tlatoani mexica, señor de Iztapalapa y hermano de Moctezuma Xocoyotzin.

En tiempos post revolucionarios se renombró la calle con el nombre del general Francisco Murguía López de Lara, oriundo del rancho Guadalupito, perteneciente a la hacienda de Majoma, municipio de Mazapil, Zacatecas. El general Murguía militó al lado del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, el señor Venustiano Carranza Garza.

 En Saltillo, el que no es poeta, hace cajeta.

La calle da inicio en la antigua estación de ferrocarril, donde extrañamente no se puede acceder a ella. La calle es un zigzag, se prolonga hacia el norte, hasta topar con la calle de Presidente Cárdenas. En los primeros tramos de la calle existieron grandes huertas de nogales, membrillos, manzanos y perónes, frutas típicas con las que se elaboraban las famosas y deliciosas cajetas y jaleas. Por los años cincuenta del siglo pasado, se podía ver aun el riachuelo que conducía el agua para el riego de las huertas. La cada vez menos agua hizo desaparecer aquellos hermosos árboles, hoy en día son contadas las casas que conservan vestigios de aquellos imponentes árboles.    

Las huertas de la familia Jaramillo estuvieron en la hoy esquina N.O. de Ramos y Murguía, la cual desapareció para dar paso a la fábrica de refrescos El Carmen, al pasar por enfrente se podía ver a través de sus ventanales, la maquinaria que movía los envases de vidrio con su característico color verde, como un desfile las botellas una detrás de otra, eran rellenadas del líquido de cola.

Herencia Tlaxcalteca.

Don Catarino Hilario fue uno de los fundadores de las famosas huertas de la calle de los Baños. Otras huertas del señor Catarino Hilario fueron heredadas a sus sobrinas, las señoritas Vega, una de ellas se encontraba en el número 128, entre la hoy calzada Madero y la Calle de Aldama, ahí, Juan Rodríguez Navarro y su esposa Maria del Refugio Vega, construyeron una casa de buen tamaño, luego la propiedad fue comprada por las hijas de don Guillermo Purcell, la llamaron Quinta Purcell. Las señoritas Purcell la utilizaban como casa de campo, hace tiempo fue adquirida por la familia Jiménez. La propiedad tiene un muro que ha venido desafiando la gravedad, como el viejo junco, se dobla, pero no se cae.

Dia de campo en la ciudad

Antiguamente, durante la época de verano, muchas familias solían pasear en las huertas de la calle de los Baños. Comer bajo la sombra de los árboles y respirar aire fresco, eran los ingredientes para el perfecto día de campo. Otra huerta fue la de don Severo Fernández, otra más perteneció a Catarino Rodríguez quien tiempo después pasó a ser propiedad de Cesáreo Elizondo. En la Quinta Manuel Roberto propiedad de don Genovevo Farías, en las épocas de verano se organizaban bailes así como en el nogal grande de la Quinta los Cedillo.

En los terrenos donde hoy se localiza el Hospital Universitario estuvo la huerta de Crescencio Rodríguez y la de José María Garza Maciel, quien tiempo después la vendió a Blas Rodríguez. Otros afortunados propietarios de huertas fueron, Francisco Rodríguez, el licenciado Gabriel Valerio, Casimiro de los Reyes, doña Josefa Zertuche. Calle abajo vivió el matrimonio formado por Leopoldo Martinez Zamora y Mercedes Cadena, viejas consejas populares no confirmadas, hablaban de que, en ese espacio estuvo la casa del último gobernador Tlaxcalteca. Otra famosa huerta que tristemente muchos vimos como los enormes nogales iban muriendo poco a poco en la Huerta de Los Pilares, ubicada donde topa la calle Aldama.

Descendientes de tlaxcaltecas o tlaxcaltecas puros, fueron los señores Doroteo y Nicolás Fermín, sus propiedades las adquirió don Jesús Acuña, padre del licenciado del mismo nombre que fue Gobernador interino de Coahuila y Secretario de Gobernación, en tiempos del presidente Venustiano Carranza. Ahí en 1914 el licenciado Acuña construyó casas para obreros y se opuso terminantemente, que se cambiara la zona de tolerancia a la antigua calle de los Baños, ya que había adquirido el nombre de la “cuadra colorada”  

Nombre y costumbre perdidos

El origen del nombre de la calle de los Baños viene de una vieja costumbre que se celebraba en el mero día de San Juan. Muy temprano cada 24 de junio, la gente acudía a tomar un baño en las pilas de agua de las huertas. Después del refrescante baño veraniego, los dueños disponían platones de fruta de la huerta e invitaban a desayunar bajo la sombra de las grandes chayoteras. La gente trabajadora tomaba el baño en plena calle, directo del abundante caudal de la acequia. Muy cerca de la esquina de la antigua calle de los Baños y que en otro tiempo llevó el nombre Venustiano Carranza, hoy Manuel Pérez Treviño existió la tienda de abarrotes La Guadalupana.

Hoy solo queda conformarnos con el recuerdo de aquellas huertas y la abundante agua que nuestros abuelos supieron cuidar y disfrutar.  



Calle de los Baños, saltillo, Coahuila circa 1920. Fotografía de Alejandro V. Carmona 



Arroyo del Pueblo, sus fueron aguas utilizadas para el riego de las huertas de la calle de los Baños. Circa 1918 Foto Manuel Macías.


Tipica huerta como las que existieon en la calle de los Baños 


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domingo, 20 de marzo de 2022

 

WAITE, EL VIRTUOSO DE LA LUZ EN SALTILLO.

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Charles Burlingame Waite. Nació en 1861 en Akron, Ohio, Estados Unidos. Sus primeras fotografías aparecieron en las guías para viajeros de varias compañías ferrocarrileras estadounidenses. Llegó a México en 1896. Con su pesada cámara transitó en ferrocarril por casi todo el país. Logró captar bellas escenas de gente citadina y campirana; así como pintorescos pueblos, en su mayoría cercanos a la red ferroviaria existente de aquellos años. La gran mayoría de las preciosas fotografías de Waite se transformaron en bellas tarjetas postales, utilizadas para la promoción turística de varias ciudades de México.

En 1901, Waite regresó a los Estados Unidos para participar en la exposición fotográfica de la ciudad de Búfalo, Nueva York, ahí, mediante una exposición mostró los rostros del México de finales del siglo XIX. Al año siguiente, de vuelta en México se incorporó a las filas del prestigiado periódico El Mundo Ilustrado, donde publicaron sus trabajos por varios años. En el ocaso de la época Porfiriana, fue uno de los pocos fotógrafos que cubrieron la visita de Elihu Root a México; Secretario de Estado y después Secretario de Guerra cuando era presidente Theodore Roosevelt. Colaboró en un par de exploraciones científicas con Carl Lumholtz y con Hans Gadow, sus trabajos fotográficos le redituaron importantes ganancias, por ello adquirió varias fincas en la región del Istmo en el estado de Oaxaca.

Waite tuvo una importante participación durante la conmemoración del centenario de la Independencia de nuestro país. En los días de la Decena Trágica, obtuvo imágenes de los destrozos de los eventos bélicos. En el edificio de YMCA, Asociación de Jóvenes Cristianos, armó un montaje para sacar fotografías como si se tratara de eventos en vivo, al descubrírsele el truco, perdió muchísima popularidad, al poco tiempo regresó a Estados Unidos.

Durante la estancia C. B. Waite en México, dio cuenta de los avances del porfirismo en pueblos y ciudades, registró el inmenso rezago social y la inmensa pobreza. Waite tuvo una extraña fascinación por retratar el México indígena, Elizabeth Fuentes Rojas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, no vacila y apunta sobre la obra de C. B. Waite: “El asunto favorito de Waite parece haber sido el género femenino, muestra una especial preferencia por documentar su presencia en su entorno cotidiano, pero es la mujer del medio rural a la que se dedica particularmente”.

El valioso trabajo Charles B. Waite, comprende desde 1896, hasta su partida en 1913. Visitó Aguascalientes, León, Irapuato, Tlaxcala, Puebla, Oaxaca, Cuernavaca, Saltillo y otras ciudades del estado de México y Querétaro. Por fortuna la extensa producción fotográfica de Waite se encuentra dividida y resguardada en varios acervos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Archivo Casasola, Archivo General de la Nación y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Saltillo y su gente se dejaron retratar por Waite.

A mediados del mes de noviembre de 1900, arribó a nuestra ciudad.  Logró captar una buena parte del entorno de la ciudad. Se quedaron para la posteridad, escenas de la vida cotidiana y sus moradores, casas alrededor de la Alameda, el interior de algunas tiendas, edificios, plazas, molinos de trigo y las fábricas textiles que se localizaban por el rumbo norte de la Aurora y la textil de Arteaga. También se enfocó en visitar y dejar constancia de dos lugares importantes de la guerra entre México y Estados Unidos; el fortín Taylor, también llamado de los Americanos y los áridos campos de la Angostura, sede de la cruenta batalla del mismo nombre en 1847. 

El testimonio gráfico de Waite

Como ningún otro fotógrafo de la época, retrató en Saltillo a políticos de los tres niveles de gobierno, las polvorientas calles del centro, los tranvías de mulitas, la plaza de toros de Guadalupe, trabajadores, niñas, niños y aspectos de la Alameda Zaragoza. Desde un punto alto del Cerro del Pueblo, al tener las condiciones propicias de luz, dio clic a su cámara; el resultado fue una bellísima vista panorámica de la ciudad de Saltillo. Una monumental copia de la imagen panorámica de Saltillo se encuentra en una de las salas del R. Ayuntamiento de Saltillo.

Alrededor de cien imágenes de Saltillo fueron hechas por Waite, las originales se pusieron en un álbum, el cual logró sobrevivir por más de un siglo, ya que los propietarios de la Ferretería Sieber, supieron guardarlo dentro de una caja fuerte.  Hace unos años logramos formar el Fondo Fotográfico Sieber y publicar un libro con todas las históricas fotografías tomadas en 1900.

Numerosos edificios de Saltillo han desaparecido, los empedrados de sus calles han sido remplazados por asfalto, muchas de las casas han eclipsado para dar lugar a otras construcciones “modernas”. Los viejos mesones se han ido. De los molinos de trigo sólo quedan vestigios, sólo parte de los antiguos acueductos que servían de fuerza hidráulica para las fábricas textiles siguen en pie. Las viejas fotografías de Waite de la ciudad son testimonio invaluable, engrandecen el cariño  a nuestra querida ciudad.

 

domingo, 6 de marzo de 2022

 

La antigua calle de Santa Ana en el tiempo.  

La antigua calle de Santa Ana, hoy llamada Vicente Guerrero, fue nombrada con el propósito de perpetuar la memoria de uno de los héroes de nuestra Independencia. A pesar de no ser muy larga, la calle está cargada de historia; esconde secretos y recuerdos que despiertan el orgullo de varias generaciones de familias que vivieron en ella.

Por mucho tiempo la calle de Santa Ana marcó el límite de la ciudad y sirvió de entrada a la ciudad, albergaba modestas casas de adobe y varias fincas con establos de vacas lecheras, como el de Teodoro Sánchez y la de la familia del famoso panadero Leoncio Saucedo Saucedo.

Desde de la fundación de la ciudad.

La calle nace al desprenderse de la serpenteante calle Bolívar, justo en las inmediaciones del bravo barrio del Águila de Oro. En la actualidad tiene sentido de sur a norte. La calle termina en los muros del primer templo bautista de la ciudad. Hasta hace unos años, se podía dar un giro a la izquierda, continuar por un costado de la plaza y la iglesia de San Francisco de Asís, para topar con la calle de Juárez, la otra opción, frente a los muros del templo bautista, era girar a la derecha y seguir por la calle de Ateneo. El tramo de Ateneo a Juárez se cerró para ampliar el atrio y parte de la plaza de san Francisco.

Intervención Francesa

El 5 de agosto de 1866, la antigua calle de Santa Ana fue escenario de una feroz batalla entre las tropas al mando de don Victoriano Cepeda y el ejército francés. Justo donde comienza la hoy calle Guerrero, existió la vivienda del señor Santiago Sánchez y Sánchez, dicha finca sirvió de cuartel para los imperialistas, los galos tenían tomada la ciudad semanas atrás, la casa, resultó severamente afectada por los disparos de artillería de los bandos contendientes. La mencionada casa sirvió de nueva cuenta como fortín en tiempos de la Revolución Mexicana.

La histórica casa fue edificada por don Mariano Sánchez y vendida más tarde a don Jesús Dávila de la Peña, padre de don Jesús Dávila Sánchez, uno de los colaboradores más fieles de Venustiano Carranza, quien lo acompañó hasta su muerte en Tlaxcalatongo, Puebla

Templo protestante   

El Gobernador Evaristo Madero Elizondo, otorgó todo tipo de facilidades para la instalación de lo que fue uno de los primeros templos protestantes de la ciudad. En 1884, el ministro Guillermo D. Powell adquirió el terreno contiguo a la Iglesia de San Francisco; el predio de veinticinco por cincuenta y nueve metros costó en aquel entonces dos mil pesos. La iglesia Bautista fue construida a pesar de haber encontrado resistencia de varios católicos saltillenses. Hoy en día existen casi cien templos bautistas en Saltillo. En el 211, antes de que termine la calle hay interesante edificio a medio terminar, tiene ventanas un tanto góticas, muestra en sus muros desde sus cimientos, la característica humedad típica de las casas antiguas del centro de Saltillo, prueba del agua subterránea.

Tiempos de la Revolución

 

En esta calle nació Prisciliano Flores, curiosamente apodado Prisciliano Santa Ana, se ganaba la vida como introductor de ganado fue en 1913 cuando se unió a las fuerzas del General Pablo González; luego se incorporó a las filas de su sobrino, el General Andrés Saucedo, también vecino de la calle Guerrero, Saucedo fue el principal subordinado del General Lucio Blanco. Prisciliano Flores fue herido en el fracasado ataque a Laredo, Tamaulipas. Después de la ruptura entre el Gral. Francisco Villa y el Primer Jefe, Venustiano Carranza, permaneció fiel a Carranza, combatió a los villistas, participó en la batalla de El Ébano, San Luis Potosí, plaza que defendió exitosamente bajo las órdenes del Gral. Jacinto B. Treviño, entre febrero y mayo de 1915. Murió siendo General de Brigada durante el combate del 19 de julio de 1915, en Atlixco, Puebla, en esa batalla contra tropas zapatistas.    

Orto distinguido vecino de la calle de Guerrero fue el General Andrés Saucedo, quien, junto a otros setenta jefes y oficiales constitucionalistas estuvo presente en la firma del Plan de Guadalupe, el plan se redactó y firmó en la Hacienda de Guadalupe el 26 de marzo de 1913 y se promulgó en Eagle Pass, Texas el 31 de marzo de 1913.

Personaje insigne

En la modesta vivienda de adobe marcada con el antiguo número 10, hoy 329, nació el Maestro de Saltillo, Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, sin lugar a discusión el mejor torero que haya existido, no lo digo yo, lo han dicho y reiterado cronistas españoles, aunque tardaron medio siglo en reconocerlo. Armillita murió en 1978. Para ser recordado se mandó colocar una placa en la antigua casa donde nació. Para variar como sucede con las placas de bronce, hace unos años, como se dice de manera coloquial la placa misteriosamente fue a dar al kilo.

Muchos de los antiguos nombres de las calles de la antigua Villa de Santiago del Saltillo han quedado enterrados en el tiempo, por lo general aludían a nombres de santos principalmente, otros tantos a fechas de sucesos históricos, en referencia algún templo o colegio y otras llevaban apellidos de vecinos ilustres. El saber nuestros antecedentes culturales permitirá consolidar un sentido de quiénes somos en el presente e imaginar el futuro.

 

 



Iglesia de San Francisco




Fermín Espinosa Saucedo


Geenarl Andrés Saucedo

 saltillo1900@gmail.com

 

Fotógrafos de la ciudad.

Mora y García, Los Amos de la Fotografía.
 

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Es muy probable que, en los diferentes archivos oficiales y familiares, se encuentren imágenes de esta famosa agencia de fotógrafos; la cual estuvo situada en la calle de Aldama 576, se mantuvo en servicio por casi 30 años. Dedicados a captar los irrepetibles e inolvidables momentos de la vida social y política de la ciudad.

La sociedad entre Mora y García dio comienzo poco antes de la década de los cincuenta del siglo pasado. José Mora Luna además de fotógrafo, fue el encargado de revelar e imprimir fotografías, Rubén García Soto, apodado El Güero, fue el socio capitalista y a cargo de las relaciones públicas del negocio.

Por años fueron fotógrafos oficiales de cubrir eventos y ceremonias oficiales del Gobierno del Estado y la Presidencia Municipal de Saltillo. De igual manera proporcionaban los servicios para retratar a delincuentes e infractores, imágenes que se utilizaban para elaborar la ficha de detención de las policías judicial, municipal y la Penitenciaría del Estado. Otra vertiente importante de la agencia era la cobertura fotográfica de todo tipo de eventos sociales.

Un día normal de trabajo en Mora y García, comenzaba a las nueve de la mañana, la primera tarea era repartir e ir a cobrar las fotos que se habían quedado pendientes del día anterior, como segunda faena era rastrear fechas de las próximas ceremonias a llevarse a cabo, las fuentes para lograr esa información eran las oficialías del registro civil y las sacristías de las iglesias; una vez obtenidos los datos, se llevaban a ofrecer a domicilio los muestrarios de fotos.

Mora y García, dura escuela de buenos fotógrafos

Varios fotógrafos desfilaron por este emblemático negocio, entre ellos se cuentan a: Juan Alberto Rodríguez, José Ángel Ramos, Isidro Aguirre, Ramón Hernández, José Narro, Alberto Carrillo, José Antonio Carrillo, Gabriel Berumen y Juan García Olvera. Hace tiempo, tuve la oportunidad de platicar con uno de los fotógrafos que se formó con Mora y Garcia.

Juan Alberto Rodríguez Díaz, comenzó a trabajar en 1950, justo cuando cumplía diez y seis años. Rubén García,  pidió permiso al padre de Juan Alberto para que fuera  a cobrar unas fotos de unos recién casados, el joven Juan Alberto tomó las fotografías y en su bicicleta llevó los 20 retratos enmarcados en cartulina a la calle de Múzquiz, al llegar al domicilio, se dirigió con el novio, “mire aquí están las fotos, se la mandan Mora y García”, el novio preguntó ¿cuánto es?, Juan Alberto respondió, “200 pesos, a diez cada una”,  de regreso a la agencia, el Güero García, se extrañó de la rapidez con la que el joven había vuelto, además había logrado vender todas las fotos. El Güero acababa de darle empleo, “Muy bien, mañana vienes en la mañana, ¡ah!! Ten este dinero”, entregó el 20% de la venta; vaya sorpresa se llevó el joven, éste se preguntó, cómo fue posible que por recorrer solo unas cuadras en bicicleta y en muy poco tiempo, se había ganado 40 pesos.

 

 

 

Habilidad nata y mucha curiosidad.

Otras tareas encomendadas al joven Juan Alberto, fue la de surtir las sustancias químicas, como el hiposulfito, hidroquinona, ácido acético, ácido sulfúrico, todo, en la tienda del señor Alejandro V. Carmona, ubicada en la Calle de Venustiano Carranza, hoy Manuel Pérez Treviño.  Al pasar una serie de pruebas, a los tres años cámara en mano, salió a retratar automóviles, casas, gente, entregó el rollo y al revelarlo, el Güero García notó que el joven Juan Alberto enfocaba bien y las composiciones no estaban tan mal para un principiante.

El “rápido” proceso para obtener fotografías.

Después de tomar varias escenas de algún evento social con la cámara de 35 milímetros, se dirigía a revelar el rollo, secarlo en una charola con albohol, después pasar el negativo a la ampliadora para imprimir en papel, de ahí al revelador, luego al baño para parar el revelado, enseguida a la charola del fijador, por último, enjuagar las fotos, secarlas, montarlas y regresar en bicicleta a venderlas, todo en muy poco tiempo porque se acaba el evento.

La caída de la fuerte sociedad de Mora y García

La fuerte competencia, hicieron que se redujeran los ingresos. La manera en que Mora y García llevaba a vender los retratos era en bicicleta; su competidor cercano, la Fotografía Posada, lo hacía en motocicleta, Mora y Garcia empezó a perder clientes, ya que Posada casi siempre se adelantada.

Las pérdidas económicas fueron cada vez mayores, en 1978 Rubén García se retiró, la agencia cambió de nombre a Foto Mora, solo quedó Mora y un empleado, el fotógrafo Gabriel Berumen, quienes siguieron en el negocio por algunos años más.

Afortunadamente el archivo con millares de negativos, se conserva, gracias a la familia de Gabriel Berumen.





José Mora Luna                           



Ruben Garcia Soto                          






Juan alberto Rodríguez Días, empleado de Mora y Garcpía por casi tres decadas.  


Juan García Olvera único sobreviviente de los fotógrafos que se formó con Mora y García